Corre la Segunda Guerra Mundial, los alemanes han puesto en funcionamiento la solución final. Mientras tanto, los niños y familias alemanas viven tranquilos en sus hogares, confiando que la guerra será una victoria segura para su bando. Dentro de esas familias tranquilas encontramos a la protagonista de la película. Papá, militar, recientemente ascendido y con la obligación de transladarse de su casa; mamá, ama de casa, mujer que se muestra pasiva ante su esposo; hija, niña de 12 años amante de las muñecas e; hijo, niño de 8 años, lector de libros de aventuras y protagonista de la cinta.
La familia, a razón del reciente ascenso del padre, se ve obligada a trasladarse a una nueva casa que queda en el campo, sin saber que a unos cuantos kilometros de ahí -los hijos no sabían- se encuentra un campo de trabajo para judíos. Nuestro protagonista por azares del destino termina haciéndose amigo de uno de los niños que está en el campo de concentración, mientras que la madre termina descubriendo que allá no solo tienen judios trabajando, también los exterminan.
La ductibilidad del pensamiento de los niños, el desfallecimiento de la moral de un pueblo que cree que lo que hacen sus mandatarios es lo correcto, el sufrimiento del holocausto y una vez más un llamado para nunca cosificar al ser humano. Las mayores injusticias se dan cuando la dignidad del hombre se ve superada por deseos egoístas de otros, que la ven pisoteable.
Como toda película de estas y sin afán de ser lastimero, siempre es bueno recordar, recordar para no repetir los grandes errores del pasado.
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